/> Un Trarilongko Mapuche En Cuba | Moira Millán

En el 2010 tuve la oportunidad de participar de un importante evento en Pinar del Rio, Cuba. Se trataba del Encuentro Latinoamericano de Experiencias en Desarrollo de Educación Popular Ambiental, organizado por CEPRODESO. Llegué allí con pocas expectativas, no entendía por qué me habían invitado. Erróneamente pensé: no entenderán nada de mi mundo cosmogónico, cuando interpele la matriz civilizatoria que abrazan todas las repúblicas coloniales de Indoamerica, se ofenderán y me acusarán de contra revolucionaria. Lejos de que esto sucediera, hubo en les compañeres cubanxs, una apertura honesta, tratando de entender el planteo de mi pueblo de unidad indivisible con la Mapu. El complejo entramado de los ecosistemas perceptibles que tejen la vida. Hubo una reflexión profunda de todes respecto al vínculo que establecemos con la Mapu, Tierra.

Al finalizar el evento, le regalé a un compañero admirable y por el que siento mucho cariño un trarinlongko. Ceñir su cabeza con aquel tejido milenario, fue una metáfora, ya que colocaba en ella, el pensamiento milenario, cosmogónico y ancestral de un pueblo que, aunque invadido, jamás ha sido vencido, el pueblo nación mapuche. Luego me dispuse a visitar La Habana y Santa Clara, pude palpar de manera tangible la capacidad de amar del pueblo cubano. Ser solidarios en medio del ataque feroz del imperialismo, con un bloqueo maldito, que MATA!!! Es algo que no he visto de ningún otro país.

Vengo de una vida llena de carencias, conozco perfectamente el hambre en todos sus dolores, y en todos sus colores, el hambre que me despertaba apretándome el estómago por las noches cuando era niña, arrancándome dolores de huesos por falta de nutrición. Los estadios del hambre son muchos, y todos igualmente intensos: desesperación, tristeza, abatimiento, ira. Mi ñuke, madre, nos enseñó a sacar lo mejor de nosotres en nuestra lucha contra el hambre: creatividad, imaginación, solidaridad y persistencia. Estos atributos los encontré en el pueblo cubano. Pero hubo algo más que percibí en mí andar, dejándome atravesar por ella, invadiéndome una profunda gratitud. Cuba con su mirada planetaria y solidaria, pupilas de justicia de ese sufrido pueblo, que supo siempre mirar más allá y por lo tanto extender su humanidad en los resquicios más ocultos del planeta. Crearon becas para que los oprimidos pueblos del mundo pudieran enviar a sus jóvenes a estudiar. Así jóvenes mapuche se hallaban en Cuba estudiando medicina, educación física, y haciendo algunas maestrías. Encaramándose en los andamios del mundo de la educación, algo restrictivo para los pueblos indígenas, resultaba posible en esta pequeña isla bloqueada. Vi también revolucionarios de las izquierdas del mundo, pasearse por Cuba, henchidos de ego supremacista, con un revolutrómetro, midiendo éxitos y fracasos del socialismo de día y por las noches, en la obscuridad estrellada x las luces rojas de la prostitución, consumir cuerpas ofrecidas por la desesperación.

No creo en los discursos coléricos de los burócratas de todos los tintes, ni en la moral de naciones unidas, ni en el binarismo que destripa las verdades, tironeando de ella entre villanos y héroes. No creo en el vértigo de olas que aplauden, desde otros mares la furia desatada por el brillo fatídico de un capitalismo que se vende humano y libre, ni en un socialismo pensado estanco y desconectado del espíritu de la tierra. No creo en los estados, ya que está en su ADN, vigilar y castigar.

Mientras les escribo otro recuerdo se empoza en mi mente, los campesinos cubanos recordaban los sabores de antaño, los frutos de la tierra, las comidas de sus antepasados, antes de los monocultivos, y la erosión de los suelos. Será que Indoamérica está recordando que hubo otros mundos?, otro modo de construirnos con la tierra, en reciprocidad, en respeto y amorosidad, otro socialismo es posible?. Será éste el tiempo para qué los pueblos indígenas y los pueblos del mundo, dialoguemos y construyamos nuevas epistemologías, identitarias y telúricas?.

Creo en el Pueblo cubano, en su resiliencia, en su resplandor de luz que trepa los peldaños de los sueños colectivos. Me avergüenza la indiferencia, la irresponsabilidad de la palabra, la falta de compromiso con el pueblo cubano. Nos determinan los hechos y no los discursos, como mujer mapuche practico el mañuntvn, la reciprocidad. Es por ello que estaré juntando medicinas para enviar a Cuba, deseo que los y las hermanas indigenas beneficiarias de la ayuda cubana se sumen a ésta campaña. Rompamos el bloqueo que les impide al pueblo cubano a acceder a insumos elementales como jeringas, medicamentos, etc. Estoy segura que lograremos hacer llegar nuestra ayuda. Los territorios tienen memoria, allí los pueblos hallamos las respuesta para ordenar nuestros mundos y construir el buen vivir como derecho.

Desde la Puelwillimapu, abrazo a mis kom pu lamngen de Cuba desde lo más profundo de mi corazón. Moira Millán Weychafe Mapuche.

 

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